Resumen: |
La mayoría de los artistas han sufrido el desprecio social en su época. Como si su vuelo fuera demasiado alto. El genio posee muy pocas veces homólogos que lo valoren como tal. Pocos artistas se salvan de esa especie de anatema contra la creación en el arte. Por lo regular se da lo contrario. Los factores que llevan a esa condición de ceguera o de miopía frente a la condición del productor de belleza son variados. Quizá la envidia o el desdén de no valorar lo valorable, puede ser el primer factor. El artista sufre, por lo regular, el desprecio de sus contemporáneos porque muchos de sus contemporáneos no son capaces de ver o sentir lo artístico, o no tienen lo que él posee. No tienen la madera precisa para hacer el mueble que cargue con la belleza salida del espíritu humano. Al artista lo desprecian los incapaces, los mediocres, los envidiosos. Lo desprecian por ser ellos inhábiles. Por no haber nacido con esas competencias artísticas. Por carecer del talento que él sí posee. Entonces es la envidia la primera gran enemiga del arte y del artista. El envidioso no tiene oídos para oír ni ojos para ver, porque su alma contaminada no lo deja ver ni sentir la obra de arte producida por ese ser que él odia, pues la envidia es una forma sutil de violencia psicológica. El segundo gran enemigo actual de la obra y del artista es la industria cultural; ella también sufre de su ceguera, pues sus empresas se pasan la vida acuñando falsos personajes del arte, atiborrándonos permanentemente de libros, artículos basura, música, pintura fungible, es decir, pura mercancía barata que remeda lo artístico, pues no son más que el resultado de un placer condicionado que busca solo satisfacer el gusto de las masas, la búsqueda de dinero y la pelea por la fútil popularidad. Con esta tecnología contemporánea, el don de degustar lo bello esencial es borrado en el público, y en su lugar se pone en la persona que integra las masas un dispositivo consumista, para que de él solo brote un deseo incontrolado de comprar y desechar la mercancía producida por la industria del gusto, esa que reemplaza en esta a la obra de arte. El artista es asesinado en su finalidad, ya no por la censura, sino por una empresa conformada por falsos artistas que se muestran ante el mundo como los últimos descubridores de “nuevos continentes”. |